Lo que ya no me gustaba tanto fue que el jueves y el sábado trabajaba en Barcelona y el viernes tenía que estar en París… solución, intentar convertir la situación en algo que rompa la cotidianidad, que no obligue a estar pendiente del reloj, del tiempo, que no te ate en exceso y te permita disfrutar del viaje, y no solo de la estancia.
Primero buscar un compañero de viaje, que se deje convencer y que aporte una visión interesante al posible futuro proyecto de redistribución de paquetería en triciclos a pedales. Para mi es fácil, Jordi Miralles de Fundació Terra, siempre tiene un “si” para nosotros, y su visión sobre la movilidad, siempre es interesante y sorprende.
Después toca elegir el medio de transporte. ¡¡¡Uuuufff!!! avión, que pereza. ¿Otra vez tren y bicicleta? ¿Por qué no?, París es otra de las ciudades que desde Madrid y Barcelona se puede ir en tren… salida, la estación de Francia, Barcelona, innegablemente la más bonita y nostálgica de la ciudad.
20:00, salida del trabajo, para llegar a la estación a las 20:15, con una bolsita y una bicicleta plegable. Es mejor cenar algo antes de subir al tren, y así hacemos tiempo hasta las 21:05… claro, esto no es un aeropuerto, mientras subas al tren antes de que el interventor toque el silbato es suficiente, nada de facturar, ser cacheado, sin colas, sin problemas.
Nos subimos en el tren, cinco minutos ante de que salga de la estación, sonriendo y saludando a todos los empleados de RENFE que nos encontramos. Una vez arriba, y con el tren en marcha, acomodamos bicicletas y equipaje en nuestro camarote… y a tomar el café que no hemos querido tomar en “tierra”, más que nada para hacer tiempo y conversación antes de ir a dormir, que se convierte en un trámite antes de llegar a París.
Por la mañana, después de asearse en un mini lavabo/wc un desayuno y una conversación con una catalana, instalada en Paris, mientras esperamos la llegada a la estación.
¡¡París!!, a las 9:00 salimos del tren. La estación está a unos escasos 15 minutos del Louvre donde tenemos la reunión, y vamos pedaleando al lado del Sena.
Pasamos la mañana trabajando y comemos con nuestros nuevos amigos de “La Petite Reine”… después, Jordi, nuestras bicis y yo decidimos hacer un paseo antes de volver a la estación para coger el tren a las 20:32.
Os podemos garantizar que la bicicleta, también es el mejor vehículo para recorrer París, si llevas una plegable además entras en todas partes.
Pudimos ver los taxis de bicicleta, al estilo de los Trixi que tenemos en Barcelona, vimos tres modelos diferentes, algunos con publicidad y otros sin, lo que quiere decir que está al nivel de un taxi, que es rentable por si mismo y no necesita estar pagado por el ayuntamiento o por publicidad.
Lo que está claro es que no hay color, los trenes pueden ser mejores, las vías también, los precios más bajos… pero la calidad de viajar a nivel de tierra, con menos problemas, menos contaminación y más libertad… no tiene color. Tengo claro que si me sobrase el dinero, viajaría en el Trenhotel en Gran Clase, pero nunca en avión, y siempre con mi bici, sin duda.
Bonito relato,gracias por compartir estas experiéncias con nosotros,que envidia! Aunque sea por trabajo,que sabéis compaginar con ocio en buenas proporciones.
Saludos desde Lleida.